La primera vez que pisé Glénat Francia fué en agosto de 1993, cuando fuí a la sede de Paris para concretar mi contrato definitivo con Glénat España, trás haberme despedido a mi mismo como director del Salón del Comic de Barcelona. Y nada más entrar me sentí como Charlton Heston en "El Último Hombre Vivo"...
No había ni recepcionista.
Y en medio de un silencio sepulcral y sin saber hacía donde ir, acabé abriendo una puerta trás otra, hasta encontrar a un ser humano: Dominique Burdot. No le conocía de nada. Pero su saludo fue cordial y me quedé con él. Estaba rascando fotolitos de Dragon Ball. Y en cuatro palabras me dijo que la situación estaba fatal, que a él lo que le gustaba era el mundo del rock, que le quedaban dos telediarios en Glénat y que no me iba a ser fácil reunirme con el jefe, porque estaría rodeado de acreedores...
Y así fué.
Pero pasamos el dia juntos y empezó a forjarse una amistad que ha durado hasta hoy.
Con el tiempo, Dominique fué el director de Vents d'Ouest y finalmente de todo Glénat. Hasta que se fué para montar 12bis, su propia editorial.
La semana pasada fuí a Paris a una especie de despedida de mis compañeros de Glénat Francia y lo aproveché para quedar con Dominique y visitar su editorial.
Y lo primero que ví en su mesa fué la publicidad de la nueva serie de Ana Miralles que publicará en noviembre. El dia antes Jacques Glénat me había entregado su dimisión como administrador de Glénat España. Algo que me pareció tan simbólico como que reencontrame con Ana Miralles en ese preciso momento cerraba un círculo en mi cabeza.
La imagen de esta portada, en la editorial de Dominique, podría ser, de nuevo, la imagen del fin de una historia.
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