El oficial ordena a sus hombres que monten a caballo mientras él sube de un salto en uno de ellos y emprende vertiginoso galope tras los fugitivos. La persecución se hace enconada y de vez en cuando parte, silbante, na flecha de las ballestas sarracenas, que atraviesa las sombras de la noche en busca del cuerpo de los dos jinetes que huyen.
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