Llevaba más de quince años sin poner los pies en Angouleme –desde que cubría el festival para el diario El país- cuando decidí subirme al Mercedes negro de Joan Navarro y acompañarle hasta allí. ¿Nostalgia? ¿Intento patético de agarrarme al mundo del tebeo en la confianza de recuperar emociones del pasado? ¿Ganas de hacer el ganso con un viejo amigo y de rememorar nuestras expediciones a París de hace treinta años en busca de material dibujado de primer orden? Vaya usted a saber. Supongo que una mezcla de todo eso.
Le Maine Brun
El caso es que nos plantamos en Angouleme y acabamos en un hotel a ocho kilómetros de la ciudad, Le Maine brun, noble edificio del siglo XVII en medio de un bosque y con riachuelo incluido –luego nos enteramos de que era el picadero de los buenos burgueses de la villa, que es como de película de Claude Chabrol-, en el que también se alojaban Albert Mestres, de Continuarà…-con su encantadora ayudante Esther y el novio de ésta, el dibujante astur-galaico Víctor Rivas- y nuestro antiguo jefe Rafa Martínez, de Norma, el hombre que nos permitió lanzar Cairo a principios de los 80. Confieso que hubiese preferido una habitación para mí solo, pero tuve que compartirla con Navarro, pese a que le había avisado previamente de la intensidad y el volumen de mis ronquidos. Los suyos también son de traca, pero le gané por goleada. A veces tenía la impresión de que parecíamos Laurel y Hardy en el famoso episodio del gorro y el camisón, pero, en realidad, el hecho de que dos adultos heterosexuales compartan una habitación de hotel encaja con el espíritu del cómic: aún hubiese encajado más compartir autocar y alojamiento con la escuela Joso en pleno, pero tampoco hay que exagerar. Por un lado, espero haber contribuido con mi hipo aullido huracanado a que Rafa Martínez no pegase ojo en tres días, pero por otro….Mmmm….Creo que por fin entiendo por qué me dejó mi mujer.
Para quienes no conozcan personalmente a Joan Navarro, debo decir que es un hombre de una energía inagotable. Satisfecho y afónico tras no haber dejado de hablar en todo el día, se desploma a eso de las dos de la mañana…¡Para reemprender a las nueve la conversación que dejó interrumpida la víspera! Todo ello mientras canta Els segadors o imita a Josep Lluís Núñez, carismático ex presidente del club de sus amores, el Barça. A lo largo de su estancia en Angouleme, el hombre mantuvo una media de seiscientas conversaciones diarias y llevó la alegría a todos aquellos con los que se cruzaba. Y es que en Angouleme te cruzas con mucha gente. Es más, hay algunos asistentes que parecen pasarse el día yendo de la carpa de arriba a la carpa de abajo: incluyamos en ese apartado al siempre agradable Jesús Moreno, de Sinsentido, y a su amigo Fulgencio Pimentel (que no se llama Fulgencio ni Pimentel), caballero que merece toda mi admiración por haber editado el Frank de Jim Woodring, tebeo estupendo pero asaz invendible en España.
De todos modos, el rey de los paseantes, todo un flaneur digno del concepto patentado por Baudelaire, es el belga Didier Pasamonik, con quien nos cruzamos una media de ocho veces al día y que tiempo atrás, allá por el pleistoceno, publicó algunos álbumes sensaciones de línea clara. Un tipo encantador, todo hay que decirlo, cuya prodigiosa cara de belga parece pertenecer –en un papel secundario- a algún álbum de Hergé o Edgar Pierre Jacobs. Hasta volví a cruzarme con Jean-Pierre Dionnet, que yo diría que todavía me guardaba cierto rencor por un comentario mío de hace años sobre la última época de su revista Metal Hurlant, en el que mantenía que se dedicaban a la “experimentación senil”. La verdad es que ahí me pasé de listo porque, a veces, como el Tonton Marcel de Regis Franc, je suis trop too much. Me dio la mano mirando hacia otro lado (mala señal), pero gracias a los buenos oficios de Navarro, acabamos hablando tan alegremente y yo diría que me perdonó el viejo sarcasmo. Me recomendó un grupo musical de Camboya que, según él, era la monda, pero no me quedé con el nombre. Mon cher Jean Pierre, si lees esto, dime cómo se llaman.
Didier Pasamonik
Jean-Pierre Dionnet
Una cosa que había olvidado de Angouleme es la potencia brutal de la industria del tebeo francés. Descubrí que hay álbumes que superan los 100000 ejemplares de venta. Y series que llegan al millón. (Ante tal evidencia, Navarro experimentó una depresión momentánea que superó pidiendo unas cervezas con carácter de urgencia). Y no es porque el material sea maravilloso: abunda lo digno, lo correcto y lo pulcro; y escasea lo genial, lo original y lo brillante. Pero mucho de ese material conecta con el público. Como sucede con el cine francés. Y con la literatura francesa. Francia, de hecho, es una anomalía mundial. Por un lado, los franceses viven en la inopia, sin darse por enterados de que el centro de la cultura se trasladó hace décadas de París a Nueva York, lo cual puede hacerles parecer ridículos; pero por otro, son fieles consumidores de sus productos, que a menudo no interesan a nadie más, consiguiendo de ese modo vivir en una Matrix tan apasionante como rentable. A efectos prácticos, esa actitud permite que la industria del comic dé de comer a editores, dibujantes y guionistas, cosa que en nuestro querido país….
En ese sentido, Angouleme deviene una mini Matrix dentro de la Matrix general, con lo que resulta el sitio ideal para que el aficionado español experimente la versión tebeística del famoso síndrome de Stendhal: ya saben, los mareos y desmayos que experimentó ante la belleza de Florencia el autor de La cartuja de Parma.
En el apartado exposiciones: excelente la de Art Spiegelman, pese al tono un tanto Viva yo o ¡Qué grande soy! de la propuesta; didáctica y forzosamente incompleta la del tebeo español –pasar de Carlos Giménez a la novela gráfica, saltándose el underground, El Víbora y Cairo resulta, cuando menos, discutible, aunque, a título personal, le agradezco al comisario, Álvaro Pons, que colgase una página de El sueño de México, el álbum que escribí para Bartolomé Seguí- y eficaz la de la escuela Joso (donde, por el mismo precio, me contaron la hilarante historia de la ocasión en que, en el camino de regreso a Barcelona, se dejaron al pobre Sánchez Abulí en una gasolinera).
En fin, una visita de lo más amena, con los habituales momentos –por lo menos, para mí- de tedio existencial y reflexiones sobre la juventud perdida. Pero también es verdad que uno es de natural agonías y no hay que hacerle el menor caso.
Ramón de España
14 comentarios:
Cuantos recuerdos!
Ramón, me temo que te saltaste la zona donde estaban muestras de Nazario, Micharmut y Mariscal... Cómo me los voy a olvidar!!!!?!! :)
Gran crònica... la verdad que es una maravills volver a leer a don Ramón de España escribiendo sobre comics. Le agradeceré siempre que me diera a conocer al gran John Dahl y su trio de películas negras de videoclub que yo ví en el cine.
Me quedo con la magnífica definición de Francia y con la no menos prodigiosa de el final de Metal Hurlant: Experimentacón senil, Nuff said!
De un forzosamente anónimo: los 80´s reducidos a Nazario, Micharmut y Mariscal. Bien, hombre, bien, no esta mal como síntesis.
Y total, ¿a quien le importa?.
A los franceses, se lo aseguro, no les importa ni un pimiento. Solo nos quieren para recoger la fruta, o sea, para dibujarles los comics.
A Ramón la memoria le engaña. No hace más de quince años que no iba a Angouleme. Once años como mucho.
La primera vez que fui era el 2001 y allí recuerdo que estuvimos hablando un rato antes de ponerme a hablar con Joan de originales...
Me gusta mucho como escribe Ramon de España, pero no estoy para nada de acuerdo esta vez en su visión del mercado francés. Tintín y los Pitufos son exportados a todo el mundo y no me parecen muy anglosajones que digamos. Además, el mercado francés no incluye tan solo a Francia, sino que sus ex-colonias forman parte del conglomerado francófono. A título de ejemplo, el Fibda que se realiza en Algeria. Y los países como Canadá o Bélgica forman parte natural de ese mercado, aunque es verdad que desconozco en que medida la industria francesa se nutre de ellos. En fin, que parece como si lo más normal del mundo fuera despreciar los productos locales. Será aquí y en muchos casos con razón, supongo. Pero si los franceses no se han enterado de que el centro cultural del mundo son los EEUU es porque a lo mejor no necesitan darse cuenta de ello.
Por otra parte, respecto a la falta de genialidad... La verdad, no se muy bien a que se refiere con ello ¿es que los superhéroes desbordan genialidad de forma contínua? ¿Y los mangas? ¿No le parece brillante ni siquiera Schuitten o Regis Loisel?
Los franceses disfrutan de su forma de entender la narrativa, que seguramente no es la que a un mangaka le gusta ni la que disfruta un pijamero, pero funciona bien a muchos niveles. Ojalá Matrix les dure muchos años.
"Ramón, me temo que te saltaste la zona donde estaban muestras de Nazario, Micharmut y Mariscal... Cómo me los voy a olvidar!!!!?!!"
Ramón, y yo mismo, no nos saltamos ninguna zona. Como tampoco nos hemos saltado ninguna página de los textos del catálogo. Y en ambos casos hay los mismos silencios premeditados.
Dicho esto, con el debido respeto al trabajo realizado por usted.
Muy bien dicho, Beroy, por no hablar de que la misma metáfora matrixiana se podría aplicar perfectamente a Italia, donde tienen sus fumetti que parecen no interesar a nadie más que a ellos, y su cine y su música pop que 3 cuartos de lo mismo.
A mí me ha parecido una crónica estupenda y lo suscribo todo. También lo de la ausencia de los 80 en la muestra, una década que para mí es de lejos la más brillante del tebeo español, pero tampoco me rasgo las vestiduras: la intención de Pons era no abrumar con el pasado y centrarse en el presente, que es lo que importa. Y lo consiguió a pesar de la escasez de medios, que era palpable. Bien, Pons.
De Francia puede decirse lo que se quiera, es un lugar extremo se mire por donde se mire. Lo que dice aquí Ramón es perfectamente cierto, y también firmo al pie: en la frans abundan los tebeos sin más, en general muy correctos y raramente geniales, pero ellos se lo guisan y se lo comen todo. A lo que comentan otros, yo les diría que en una potencia similar como EEUU (me refiero al comic de autor, no al pijameo) puedo descubrir de un vistazo a docena y media de absolutos maestros en activo que no viven de las rentas, aproximadamente el triple que en Francia. Por lo menos.
Por alusiones, gracias por el comentario, Ramón. Me hubiera gustado hablar contigo de mil cosas pero en estos saraos me sube la adrenalina y llevo un petardo en el culo. Aun así, me llevé esa anécdota tuya de cuando el viejo de La Cúpula fue a comisaría, a denunciar no sé qué, que aún oigo el eco de las risas. Fue un placer conoceros a ti y a Navarro. No sé si deciros que sois historia porque te lo tomarás como no debes. También te agradezco lo de Woodring, pero a lo mejor te equivocas y no es tan invendible, porque vamos camino de agotar la edición.
En fin, que fue un placer y que muchos te haremos caso siempre, con tus agonías y con todo. Hasta otra.
Perdón, este último comentario es mío, de Fulgencio Pimentel. No sé ni que firma es esa que sale.
A la generación de los 80 les tocó vivir una crisis y un ninguneo generalizado, a caballo entre los grandes maestros de los 70 y el resurgir de los 90. No es de extrañar lo rápidamente que algunos han asumido que son apátridas. Viva Francia o Dios bendiga EEUU hasta que salga un trabajo en Alemania o Italia.
Respecto a la exposición, mi opinión es que si te pones debes hacerlo bien y ser exhaustivo y si no es así, al menos cámbiale el título a la exposición: "Tebeos, una mirada particular sobre el cómic en España", por ejemplo, hubiera sido en mi opinión más exacto y perfectamente asumible por todos.
Agradezco al cronista que me haya abierto los ojos. ¿Con que el colega Navarro circula en Mercedes? ¡Yo creía que era un hombre bueno y sencillo y resulta que sólo es un... ¡siniestro oligarca! Y el hotelito a juzgar por la foto es ideal para plutócratas. ¿Navarro también tendrá un rolex de oro, no? ¿Hasta cuándo?
Joan, siento ser pesado, pero en la muestra había una página de Nazario, Mariscal, Gallardo y Mediavilla, Luis García, Daniel Torres y otra de Micharmut, dentro de la zona histórica. Además, en la zona de Autor Global estaban José Ortiz y Antonio Segura, Jordi Bernet, Josep M Beà y Pepe González. Creo que los 80 se presentaban ampliamente.
En el catálogo, es cierto, queda ese hueco, que se resolverá en el catálogo digital.
Admirado Don Adolfo, lamento contradecirle, sin embargo me veo obligado a ello porque yo soy más de los "Omega".En concreto del mismo modelo que lució James Bond.
Póngame a los pies de su señora.
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