lunes, 7 de mayo de 2012

"30 AÑOS DESPUÉS" POR RAMÓN DE ESPAÑA


         Sí, amigos, ya hace treinta años que se fundó el Salón del Comic de Barcelona, y las masas siguen acudiendo al recinto ferial como quien se apresta a escuchar el Sermón de la Montaña. La mayoría viene de paisano, pero cada vez hay más aficionados ansiosos de convertirse, por unas horas, en sus personajes favoritos de ficción. El viernes, nada más llegar, me encontré en la entrada a un señor de mi edad disfrazado de tripulante de la nave interestelar Enterprise, echando un cigarrito. Todo en él me enterneció: el esquijama que le tiraba de la sisa, los pantalones de tergal, los zapatos negros, la cara de funcionario que se permite un inocente delirio…Cuando sacó el phaser del bolsillo, estuve a punto de postrarme a sus pies, pero resultó que solo era un teléfono móvil.
             Yo había venido a participar en una mesa redonda sobre la gente que va y vuelve del mundo del tebeo, junto a mi viejo compadre Montesol y con Vicent Sanchis de moderador. Si no llega a ser por la presencia del juvenil profesor Josep Rom, aquello podría haberse titulado Mundo viejuno, francamente. Todos hicimos lo posible por ser amenos –yo insistí en que, con respecto a los tebeos, soy como el personaje de la canción de Almodóvar y McNamara: voy y vengo y por el camino me entretengo (con otras cosas)-, pero ahí no había quien se hiciera oír. No sé quién ha tenido la brillante idea de colocar la sala de actos en un lugar que obliga a hablar a gritos, pero se ha lucido. Los micros resuenan que da gusto, el guirigay exterior es de aúpa, la megafonía informa cada cinco minutos de que se ha perdido un niño (o un trekkie, que viene a ser lo mismo) y la audiencia no ve la hora de abandonar esa sala de tortura auditiva. Propongo rebautizarla como SALÓN GUANTÁNAMO. Personalmente, no recuerdo tal agresión a mis tímpanos desde 1978, cuando fui conminado por el redactor jefe de Disco Exprés a cubrir un concierto de Status Quo.
             Pensé en preguntarle a Navarro quién era el cerebro responsable de tan eficaz muestra de feng shui, pero no lo hice porque sabía la respuesta: el director del Salón, Carles Santamaría. Más que nada porque este año se ha convertido en la Némesis de mi viejo amigo, gracias al cual he descubierto que el señor Santamaría –que a mí me parecía inofensivo- es en realidad un Genio del Mal, una mezcla del doctor Fumanchú, el profesor Moriarty y Osama Bin Laden. ¡Espero con ansia el texto de Navarro denunciando la participación de Santamaría –no olvidemos su filiación comunista- en el asesinato de Kennedy! Bromas aparte, detecté entre determinados sectores del oficio cierta contestación al amigo Santamaría y a su gestión del (supuesto) Museo del Comic, a inaugurar en Badalona en fecha no determinada del siglo XXI: esa perspectiva transversal –tan del agrado del conseller Mascarell- que incluye ilustración, videojuegos y cosas que no tienen nada que ver con la historieta, no acaba de ser del agrado de los puristas. En cualquier caso, siempre dispuesto a poner paz en cuestiones peliagudas, puedo decirles que me fijé a fondo en el cogote de Santamaría y no vi grabado el número 666 (aunque igual Navarro me sale con que está oculto bajo el pelo).
              Como este año me tocaba volver a la historieta – La ola perfecta, con dibujos de Sagar Forniés, sean tan amables de comprarlo, que tengo que pagar un alquiler, y Sagar, una hipoteca-, recuperé el ritual de las firmas, tanto en el Salón como en la FNAC. Comparado con lo que suelo firmar cuando publico algún libro de esos que no llevan dibujicos, la cosa fue gloriosa. Vale, aparecieron varios alumnos de Sagar de la JOSO, gente espabilada que sabe cómo hay que tratar al maestro, pero también varios civiles cargados de buena intención. Cómo me crucé en la FNAC con dos viejos socios, Keko (con el que hice El amor duele) y Tomeu Seguí (El sueño de México), aproveché para recordarle a Sagar que ya se puede ir olvidando del premio del Salón del año que viene, pues los dibujantes solo lo ganan en cuanto dejan de trabajar conmigo (Keko y Tomeu se hicieron con el premio nada más librarse de mí). Puede que mis guiones sean más malos que la tiña (posibilidad lesiva para mi autoestima que me niego a contemplar) o que alguien me tenga manía (si además el libro de turno lo edita Navarro, la imposibilidad del triunfo crece de manera exponencial). Menos mal que Sagar une a sus muchas virtudes el estoicismo y tanto le dan los premios. Eso sí, estoy empezando a dudar de su estabilidad mental, pues no descarta que hagamos otro libro a medias.
                A mi viejo compadre Tomeu le pregunté por Pere Joan, uno de los tipos que más me ha hecho reír y pensar en esta vida (no se pierdan su cuaderno de viajes por el río Paraná, toda una joyita), e hice lo propio con Max. Ambos me dijeron que se había quedado en Mallorca, preparando la exposición conmemorativa de los veinte años del nacimiento de NOSOTROS SOMOS LOS MUERTOS, la última gran revista española de comics. Cada número daba gloria verlo. Se hundió, claro, pues aquí nunca ha estado el patio para delicatesen, pero, como su suele decir, fue (muy) bueno mientras duró. Por cierto, me contó Max que ya tiene casi a punto su peculiar adaptación de Las tentaciones de San Antonio, de Gustave Flaubert, que promete lo suyo.
                     Me gustaría comentarles algunas novedades de mérito, pero entre que últimamente estoy en modo ahorrativo y que mis dos editores favoritos (después de Navarro, claro está), Laureano de Astiberri y Jesús de Sinsentido, tienen siempre puesto en marcha el detector de gorrones y no sirve de nada deambular por sus paradas en espera de obsequios, pues solo recibes esas miradas que, parafraseando a P.G. Wodehouse, son capaces de abrir una ostra a diez metros, me quedé sin pillar unos álbumes que me voy a tener que acabar comprando (pienso, concretamente, en los de David Sánchez y el de Tomeu con Gabi Beltrán).
               No quisiera acabar esta crónica sin citar la aparición de mi viejo amigo y cofundador de Cairo Ignacio Vidal-Folch, al que le vinieron muy bien los videojuegos del recinto, para aparcar a sus sobrinos y venirse a conspirar un rato a EDT (donde yo miraba con envidia al joven Aleix Saló, que no tiene lectores, ¡sino militantes!). Este viernes compartiremos un power lunch con Navarro del que saldrán proyectos rutilantes. Quedan ustedes avisados.

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