“Una vez en Kioto me sirvieron un plato con unas láminas de carne que
se movían. Era el corazón de un ciervo recién matado, que seguía
palpitando”. Con esta anécdota inició ayer el maestro catalán de la
cocina, Ferran Adrià, su intervención en el taller de cocina japonesa
que tuvo lugar en el 18º Salón del Manga de Barcelona. El cocinero
aseguró que de esa peculiar experiencia culinaria, vivida durante uno de
sus viajes por el país nipón, extrajo la lección más importante de su
vida: “No hay comida rara, solo gente rara”.
Adrià mostraba así su respeto por una cocina con la que ha mantenido vínculos estrechos en los últimos años. Junto a él protagonizó la jornada Hiroyoshi Ishida, cocinero del exclusivo restaurante japonés Mibu, acompañado de sus dos ayudantes más veteranos, y Albert Raurich, exjefe de cocina de elBulli y artífice del barcelonés Dos palillos. Ishida y Adrià colaboraron ya en el año 2003, cuando el japonés pasó unos días en elBulli. De esta experiencia surgió la publicación manga Mibu-El Bulli, del dibujante Dai Ochiai y la guionista Naomi Tanaka. Este inusual cómic ilustra los retos culinarios y las experiencias conjuntas de los dos chefs.
La de ayer fue la jornada más comilona del Salón, que por primera vez ha apostado por incluir la gastronomía como disciplina para acercar el público a la cultura japonesa. La exposición principal se ha titulado Manga a la carta, un recorrido entre la relación de la gastronomía japonesa y el manga.
Cuatrocientas personas siguieron atentas la lección magistral, algunas caracterizadas como personajes de los manga, muchas de ellas muy jóvenes y muchas otras tomando fotos. Una mujer enfundada en un elegante kimono repartía entre el público algunos platos nipones que Ishida preparó in situ: sopa dasi, un caldo básico hecho de algas kombu y bonito seco, y unas pastas de forma ovalada a base de tofu deshidratado, huevo, patata, sal y un poco de soja, todo freído en una olla llena de aceite hirviendo. La sopa, según Ishida, es la base de la cocina japonesa: “Si la sabes preparar, puedes considerarte un buen cocinero”.
“Podría haberlo traído hecho y recalentarlo en un horno, como se hace en un catering. Pero quería que lo probárais recién hecho; eso es algo muy japonés”, elogió Adrià al cocinero nipón. Mientras el catalán ofrecía consejos sobre cómo comer sushi, Ishida y Raurich optaban por concentrarse en sus platos. “Prefiero cocinar que hablar”, reconoció Ishida, que no dejó de sonreír a una audiencia impaciente por probar sus propuestas.
Mientras tanto, Adrià explicó dónde es mejor degustar el sushi (en barra que en mesa) y, sobre todo, cuál es su plato favorito: una ciruela que incluye los cuatro gustos (dulce, salado, ácido y amargo). Todo un lujo para un sabroso Salón del Manga que cierra hoy sus puertas tras lograr las mayores cifras de asistencia de su historia.
Texto de "El País"
Adrià mostraba así su respeto por una cocina con la que ha mantenido vínculos estrechos en los últimos años. Junto a él protagonizó la jornada Hiroyoshi Ishida, cocinero del exclusivo restaurante japonés Mibu, acompañado de sus dos ayudantes más veteranos, y Albert Raurich, exjefe de cocina de elBulli y artífice del barcelonés Dos palillos. Ishida y Adrià colaboraron ya en el año 2003, cuando el japonés pasó unos días en elBulli. De esta experiencia surgió la publicación manga Mibu-El Bulli, del dibujante Dai Ochiai y la guionista Naomi Tanaka. Este inusual cómic ilustra los retos culinarios y las experiencias conjuntas de los dos chefs.
La de ayer fue la jornada más comilona del Salón, que por primera vez ha apostado por incluir la gastronomía como disciplina para acercar el público a la cultura japonesa. La exposición principal se ha titulado Manga a la carta, un recorrido entre la relación de la gastronomía japonesa y el manga.
Cuatrocientas personas siguieron atentas la lección magistral, algunas caracterizadas como personajes de los manga, muchas de ellas muy jóvenes y muchas otras tomando fotos. Una mujer enfundada en un elegante kimono repartía entre el público algunos platos nipones que Ishida preparó in situ: sopa dasi, un caldo básico hecho de algas kombu y bonito seco, y unas pastas de forma ovalada a base de tofu deshidratado, huevo, patata, sal y un poco de soja, todo freído en una olla llena de aceite hirviendo. La sopa, según Ishida, es la base de la cocina japonesa: “Si la sabes preparar, puedes considerarte un buen cocinero”.
“Podría haberlo traído hecho y recalentarlo en un horno, como se hace en un catering. Pero quería que lo probárais recién hecho; eso es algo muy japonés”, elogió Adrià al cocinero nipón. Mientras el catalán ofrecía consejos sobre cómo comer sushi, Ishida y Raurich optaban por concentrarse en sus platos. “Prefiero cocinar que hablar”, reconoció Ishida, que no dejó de sonreír a una audiencia impaciente por probar sus propuestas.
Mientras tanto, Adrià explicó dónde es mejor degustar el sushi (en barra que en mesa) y, sobre todo, cuál es su plato favorito: una ciruela que incluye los cuatro gustos (dulce, salado, ácido y amargo). Todo un lujo para un sabroso Salón del Manga que cierra hoy sus puertas tras lograr las mayores cifras de asistencia de su historia.
Texto de "El País"
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