"He retratado una época en la que estaba a punto de suceder un cambio de gobierno y los grandes clanes se destruían unos a otros. Utilicé ese tópico como trampolín, aunque luego me centré en las pasiones del ser humano para contar mi propia historia", explica Ortega (Granada, 1986).
La acción se retrotrae a 1859, apenas ocho años antes de que terminara el Periodo Edo. La joven Himawari y su hermano Shunya se aprestan a vengar el asesinato de sus padres, acaecido cuando ellos eran dos niños de corta edad. En el camino, sangriento y pleno de obstáculos, descubrirán aspectos de su personalidad que hasta la fecha les eran desconocidos.
Una heroína poco habitual
"El personaje de Himawari, que podría parecer la heroína, representa lo peor del ser humano: egoísmo, inmadurez, ira, odio... Todos esos sentimientos acarrean finales dramáticos; los que solo se mueven por su propio interés no traen nada bueno", afirma Ortega.Incapaz de dar un sentido positivo a su existencia, Himawari pierde toda esperanza en la humanidad. "Hay personas como Shunya, que quieren pasar página y llevar una vida feliz, y otras como Himawari, que son incapaces de racionalizar y acaban destruyendo todo lo que tienen a su alrededor", añade la autora.
El dibujo, limpio y expresivo, se combina con una narración apasionada, fluida, sin un segundo de respiro. "Mucha gente me dice que tiene un ritmo muy rápido, pero es una historia en la que ocurren muchas cosas y sólo tenía dos opciones: recortar sucesos o contarla a un ritmo muy alto. Opté por la segunda y creo que la trama no se ha resentido", señala Ortega.
No faltan la sangre y el sexo
Sin olvidar el contenido psicológico, Himawari es una obra con su preceptiva dosis de sangre y sexo. "Cuando hago una historia, trato de satisfacer las expectativas del lector. Es un cómic adulto y no quería caer en el puritanismo", asevera la dibujante.Julio Soria. RTVE.es (27 de junio)
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